Katasindajín: El Canto del Río y la Gráfica con Mine Ante
Pasadas las cuatro de la tarde del 3 de diciembre, frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se despliega un documento visual que nombra sin eufemismos la criminalización de Eloxochitlán de Flores Magón, Oaxaca. Mine Ante, junto a mujeres del pueblo mazateco, presenta Katasindajín: el canto del río que no se rinde, un códice-cómic de ocho capítulos que registra doscientas órdenes de aprehensión, cincuenta víctimas de tortura y más de una década de persecución judicial contra quienes defienden su territorio.

Mine Ante habla sobre los vínculos profundos con las compañeras mazatecas
Katasindajín: El Canto del Río y la Gráfica con Mine Ante – El Giro de la Rueda
Reflexiones sobre el arte, la artesanía y la creatividad como capacidad humana
Por Kino Balu
La presentación del códice frente a la Suprema Corte
3 de diciembre: la Faena Internacionalista y el bloqueo de granaderos
Pasadas las cuatro de la tarde del 3 de diciembre, mientras la multitud decembrina del Centro Histórico fluye apresurada hacia el metro Zócalo, Mine Ante, junto a mujeres del pueblo mazateco de Eloxochitlán, nos presentan un códice-cómic colgado a lo alto de la carpa instalada frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Algunos transeúntes interrumpen su destino, se detienen. Otros apenas voltean. La ilustración del capítulo dos muestra algo que Mine nombra sin rodeos: “la sombra del cacicazgo”. Es el registro documental de lo que las compañeras de Eloxochitlán de Flores Magón, Oaxaca, han resistido durante más de una década.
El códice se titula Katasindajín. El canto del río que no se rinde. Ocho capítulos ilustrados que documentan persecución judicial, tortura, detenciones arbitrarias contra habitantes de ese municipio mazateco. Doscientas órdenes de aprehensión. Cincuenta víctimas directas. La Faena Internacionalista por el Fin a la Criminalización de Eloxochitlán —organizada por Mujeres Mazatecas por la Libertad— había logrado instalar su carpa cultural en José María Pino Suárez número 2, el 3 de diciembre. Tres días de jornada para visibilizar mediante arte, testimonios y denuncia pública lo que el sistema judicial ha perpetrado contra su comunidad.
La noche anterior granaderos bloquearon el paso intentando impedir la instalación de la Faena Internacionalista. Liberaron el espacio solo tras las protestas de las organizadoras, quienes denunciaron la violación al derecho a la protesta. Ahora, bajo el sol de ese miércoles, Mine Ante señala el capítulo tres del códice: “el año de la caza”.
“La sombra del cacicazgo”: doscientas órdenes de aprehensión documentadas
“Se narra en las imágenes que están como en la segunda fila, se narra todo este proceso de persecución y amedrentamiento que las compañeras y los compañeros han vivido”, explica. Luego dice sin eufemismos: “Este terrorismo, porque es terrorismo cuando se implementan estrategias o tácticas para infundir terror en una comunidad y para provocar dolor, miedo, son emociones y experiencias que más bien paralizan. Pues se está infundiendo un terror en una comunidad por parte de elementos del estado”.

Terrorismo es la descripción técnica de lo documentado: un aparato institucional —judicial, policial, político— desplegado para paralizar la resistencia comunitaria mediante el miedo sistemático. La Misión Civil de Observación lo ha registrado. Las compañeras mazatecas lo han padecido en carne propia: cárcel, tortura, años de procesos penales fabricados.
Terrorismo de Estado contra el pueblo mazateco
Mine Ante nombra lo que el sistema judicial perpetra
Mine Ante, artista plástica, llegó a Eloxochitlán de Flores Magón hace algunos años con un tórculo de grabado. Su encuentro con las compañeras mazatecas comenzó en la Glorieta de las Mujeres que Luchan en la Ciudad de México. “Hay un montón de mujeres que nos vamos entretejiendo desde distintas luchas, pero que en común tienen que ver pues con la opresión de género”, explica Mine esa noche del 3 de diciembre, a un costado de la Faena, mientras los asistentes atienden la presentación de documentales sobre la resistencia mazateca.
Más de una década de persecución: cincuenta víctimas de tortura
El primer contacto fue en un plantón frente al Consejo de la Judicatura. Después, el reencuentro en la Glorieta. Mine cuenta que le dijo a Arge (Argelia Betanzos) —una de las compañeras organizadoras— que tenía un tórculo de grabado. “Arge me dijo, ¿por qué no hacemos un taller con las compas en Elox?”, recuerda. No pasó medio año. El tórculo —que Mine llama “la coballa de fuego”— fue mudado a Eloxochitlán de Flores Magón.
Buscaron solidaridad. Compañeras donaron papel, gubias. Las mazatecas juntaron una vaquita para comprar gubias, la herramienta fundamental para hacer grabado en linóleo. Tres jornadas. Se imprimieron grabados que narran la historia. “En Oaxaca en el zócalo hicimos una toma exposición”, dice Mine. Las compañeras decidieron los temas. En el campo artístico se llama curaduría, ejes curatoriales. “Acá las compañeras dijeron: ‘Estos son los temas, estos son los ejes, mujeres en lucha, libertad y la naturaleza del Eloxochitlán, nuestra naturaleza’.”

De la Glorieta de las Mujeres que Luchan al tórculo en Eloxochitlán
El primer encuentro: plantón frente al Consejo de la Judicatura
El proyecto se llamó Gráfica Íchjín´Tsen. Gráfica de Mujeres con rabia. La gráfica, como dice Arge, llegó para quedarse. Se volvió un proceso de colaboración que trascendió esas primeras jornadas. Mine estuvo en Eloxochitlán en varios momentos. Por la Ciudad de México se vieron en otras ocasiones. Hicieron juntas de bordado, actividades diversas. Siempre conjugando lo artístico con la lucha, con lo político.
“La coballa de fuego”: el tórculo llega a territorio mazateco
La génesis del códice Katasindajín fue directa. “Arge me dice: Oye, vamos a hacer una gráfica para la faena allá, en ciudad de México. ¿Qué se te ocurre que hagamos? Yo le respondí: Pues podemos hacer como un mural de recuento, de memoria muy grande.” Siguieron platicando. Había algunos artistas y algunas artistas que podían colaborar. Arge dijo: “Hay que hacerlo colectivo”. Mine le constesto: “Hay que hacerlo como un códice, un cómic”. Arge: “Va, podemos pensar acá narrar la historia en el códice”.
Gráfica Íchjín´Tsen: mujeres con rabia
Tres jornadas de grabado en linóleo
Mine sugirió cuestiones técnicas. Arge propuso que las compañeras en Eloxochitlán fueran definiendo la narrativa. “Hay que trabajar como cada imagen que sea una escena y que sean momentos críticos o importantes”, planteó Mine. Argelia trabajó con las compañeras mazatecas. Llegó con un documento que ellas habían realizado: ocho capítulos de esta lucha emprendida en más de diez años, trece escenas.
Los ejes curatoriales: mujeres en lucha, libertad y naturaleza
Comenzó un proceso organizativo. Otros colegas y otras colegas fueron sumando imágenes. Cada quien tenía que hacer su trabajo de diseño y de arte a partir de las pautas que las mazatecas dieron: el tipo de símbolos y iconografía, los conceptos o frases que eran importantes para cada escena. “Ahora que están impresos, la intención es que las compañeras puedan bordar sobre ellos”, explica Mine. Un proceso de ida y vuelta donde no hay autoría única, donde nadie tiene el monopolio de la idea, sino que se van construyendo estos procesos en colaboración.

La génesis del códice Katasindajín
“Hay que hacerlo colectivo, hay que hacerlo como un códice”
El capítulo cuatro del códice se titula “las mujeres se levantan”. Mine lo describe como “ese trabajo, este trabajo porque la lucha es un trabajo que las compañeras han sostenido por un montón de tiempo, más de una década”. Un trabajo que ha implicado aprender sistemas judiciales, descifrar nomenclaturas legales, desplazarse por territorios desconocidos buscando justicia. “Aprender a a escribir pronunciamientos, a hacer arte, a hacer gráfica, a hacer un montón de cosas”, enumera. Faenas de resistencia con muchos colores y muchas herramientas. Aprender “a rescatar el whiplash como acción política”.
Ocho capítulos, trece escenas: las compañeras definen la narrativa
Esta faena específica —tres días frente a la Suprema Corte— es parte de ese trabajo acumulado. Una jornada cultural para visibilizar los múltiples casos de tortura y doscientas órdenes de aprehensión que penden sobre las cabezas de quienes defienden su territorio en Eloxochitlán. La carpa que la Secretaría de Seguridad Ciudadana intentó impedir albergaría presentaciones del códice-cómic, testimonios directos, pronunciamientos. El objetivo: exigir justicia donde la justicia se ha convertido en arma.
Los capítulos del códice: de “la sombra del cacicazgo” a “el canto que permanece”
Capítulo cuatro: “las mujeres se levantan”
Los capítulos finales son “marcha hacia la justicia” y “el canto que permanece”. Mine los describe como “el momento de incertidumbre, pero al mismo tiempo de reconocimiento de que las compañeras mazatecas y los compañeros han hecho mucho trabajo de siembra en términos de lucha y pues lo que creemos es que se empiezan a cosechar los frutos de todo ese trabajo”.
Trabajo de resistencia: aprender a escribir pronunciamientos, a hacer gráfica
La cercanía con las compañeras mazatecas, explica Mine, ha generado vínculos profundos. “Yo siento que son vínculos bien potentes, bien profundos. Cada quien tiene su manera de relacionarse, pero hay personas con las que, apenas nos vemos, nos sentimos, nos percibimos y empezamos a querernos. Eso me pasó con Arge y con Eusebia”.
“Vínculos de otras vidas”: la empatía entre mujeres en lucha
Compartir historias de violencia, dolor y abuso
Esto les pasa mucho, dice, a las mujeres en lucha desde distintos lugares que han pasado historias de violencia. A las comunidades que comparten una lucha en defensa del territorio, de lo indígena. “Es que es fácil como generar conexiones a nivel afectivo porque se comparte una historia también de violencia o de dolor o de abuso y se puede comprender la experiencia de la otra persona y nos vemos reflejadas”.
La historia de expulsión de Mine: salir de Colima “un poco huyendo”
Mine habita su propia historia de expulsión. Salió de Colima “un poco huyendo” de su historia. Está bien con su familia, les quiere mucho, extraña el río y el volcán. Pero fue un proceso doloroso vivir en Colima siendo mujer, siendo artista, siendo de pensamiento libertario. “Esos conflictos que se viven del lugar donde una pertenece, la identidad, al mismo tiempo sentir un rechazo de algo que representa poder. Que puede ser la autoridad del cacique o o historias más personales, familiares, yo creo que eso nos nos puede estar vinculando a muchas personas”.
Arte, artesanía y creatividad: desmontar las palabras europeas
“La palabra arte son palabras blancas, de las universidades”
Cuando se le pregunta sobre el arte —cómo puede interesar a campesinos, a pueblos originarios— Mine responde desmontando la palabra misma. “La palabra arte o lo artístico, las artes, la pintura son palabras europeas son palabras blancas, son palabras que vienen de las universidades, de otros países”. Tienen mucho en común con algo muy humano: la creatividad, el pensamiento, las emociones y el representar con las manos, con el cuerpo, con los colores, con las texturas, la vida, lo que nos importa de la vida.
La sabiduría en el telar, el bordado, la cocina: inteligencia y creatividad comunitaria
En México, dice, se ha usado la palabra artesanía para hablar de algo parecido al arte. Se habla de artesanía para una forma de arte que no está en los museos, pero desde su punto de vista es lo mismo. Cuando ve los textiles, el tejido, el telar, el bordado —trabajo que sobre todo mujeres han hecho—, ve que hay una inteligencia vertida ahí, una sabiduría para usar el color, para medir el espacio entre un hilo y otro, para calcular cómo se va a mover la lanzadera, cómo se tienen que tramar los hilos.
“Veo también que hay mucha imaginación, como cerrar los ojos y pensar cómo es aquello que me gusta, aquello que recuerdo, aquello que imagino, que deseo y para mí eso es lo artístico. Eso es lo creativo. Entonces, yo creo que todas las comunidades, todos los pueblos, todas las los grupos, los colectivos tenemos algo de eso, tenemos maneras de de proyectar nuestro deseo, de representar nuestra historia”.
Lo que pasa, explica, es que en este mundo donde se jerarquizan los saberes, pareciera que hay saberes buenos y malos, altos y bajos, que valen y que no valen. “Se nos ha enseñado que hay cosas como que valen más y menos o que son muy distintas y las hace una persona y otra”. Ella ve en el trabajo de quienes cocinan una sabiduría para pensar en los olores, en los colores, en las formas, en la con la mano de la masa o de otra los moles. En el telar ve esa misma sensibilidad y creatividad de ingenio. En un dibujo como el códice que se presentó ese día ve lo mismo: la sensibilidad y la sabiduría para poner ahí ideas en imágenes, sentimientos en imágenes.
“Creo que esa capacidad es humana, la tenemos todo mundo en todos lados, pero en cada comunidad en cada cultura, como que toma ciertas formas y a veces toma formas que que se vuelven como las formas que tienen que ser y lo demás no es válido”. Ella apuesta a que cada vez vean su arte como comunidades, su creatividad como comunidades, en esa diversidad que hay.

La Faena Internacionalista por el Fin a la Criminalización
Alrededor de la Faena, algunos transeúntes se han detenido más tiempo. Otros siguen su prisa hacia el metro, otros salen de él. El flujo humano del Centro Histórico no se detiene, pero durante esos minutos pasadas las cuatro de la tarde, frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, se ha desplegado un documento: la historia ilustrada de cómo el Estado mexicano, al servicio de la ambición obscena del cacique Manuel Zepeda, ha fabricado doscientas órdenes de aprehensión, ha torturado a cincuenta personas, ha criminalizado más de una década de defensa territorial en Eloxochitlán de Flores Magón.
El códice Katasindajín no surgió de una sola mente ni de un solo taller. Surgió de un documento que las compañeras mazatecas elaboraron definiendo qué historia debía contarse, qué símbolos debían aparecer, qué escenas eran las cruciales. Otros artistas aportaron imágenes. Mine Ante aportó su conocimiento técnico del grabado, su tórculo, su comprensión de que el arte es una herramienta de lucha. Argelia Betnazos aportó la claridad de que tenía que ser colectivo. Las compañeras mazatecas aportaron trece años de resistencia documentada.
Ahora los códices están impresos. La intención es que las compañeras puedan bordar sobre ellos. Una capa más. Un proceso que continúa. Mine cierra su presentación esa tarde explicando que el códice-manifiesto surgió por instrucción directa de las compañeras mazatecas. Ellas dijeron qué tendría que estar en cada capítulo. Qué símbolos. Qué escenas. Qué historia exacta debía contarse.
La Faena Internacionalista por el Fin a la Criminalización frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación permanecería un día más, antes de trasladarse frente a las instalaciones de ONU Mujeres. Tres días para visibilizar lo que las puertas torcidas de la justicia han permitido que ocurra. Mine Ante describe el códice. Las imágenes quedan en la memoria de quienes se detuvieron. “Katasindajín: el canto del río que no se rinde”, es resistencia y además un registro específico de un río específico, un territorio específico, una comunidad específica que lleva más de una década enfrentando lo que Mine Ante nombra como terrorismo de Estado.
Doscientas órdenes de aprehensión. Cuerpos torturados. Trece años criminalizados. Un códice para documentar. Una artista que dice que esa capacidad —mirar, expresar, comunicar con imágenes, con colores, con sonidos, con texturas— es algo humano. Que todos lo podemos hacer. Mientras el mundo, o al menos el Centro Histórico de la Ciudad de México, sigue con su prisa decembrina.


El pasado y el presente se cruzan en el giro de la rueda.
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