David Peralta Betanzos recorre Eloxochitlán con su cámara al hombro, convencido de que capturar imágenes es un acto de resistencia. Su mirada no es ficción: más de 200 órdenes de aprehensión intentan silenciar la defensa del territorio. Del 20 al 22 de junio, una misión de observación se adentra en el epicentro del conflicto para documentar no solo una historia, sino la sistemática estructura del exterminio legal contra los pueblos originarios.


El Ojo que Incomoda

Por Kino Balu

David Peralta Betanzos caminaba con la cámara colgada al hombro y la intensión de que cada disparo del obturador puede convertirse en prueba. No hay ficción en su andar por Eloxochitlán de Flores Magón: hay 200 órdenes de aprehensión activas, 56 nuevos nombres bajo amenaza judicial, 14 comuneros y comuneras desplazadas desde hace más de una década, y un Estado que ha dejado de simular neutralidad. Este 20 de junio, en ese mismo escenario, inicia la misión de observación.

Una delegación compuesta por defensoras de derechos humanos, periodistas, organizaciones y abogadas caminará junto a la comunidad mazateca para documentar lo que el aparato estatal se empeña en esconder: la persecución política orquestada desde los tribunales. La misión no pretende proteger a nadie con discursos, sino con presencia. Presencia que incomoda. Porque observar es interrumpir la lógica de exterminio que avanza disfrazada de legalidad.

La maquinaria del despojo

Desde hace años, la defensa del río Xanga Ndá Ge ha sido castigada con una violencia que opera a través de sellos, oficios y citatorios. El conflicto no se libra, de momento, con balas del cacique, sino con códigos penales. El fotoperiodista David Peralta Betanzos es solo uno de los rostros visibles de una comunidad entera convertida en objetivo. Las minas de material pétreo continúan su extracción impune, pero quienes las denuncian son perseguidos como criminales. La escena es clara: mientras se saquea el territorio, se encarcela a quienes se atreven a nombrar el saqueo.

La causa penal 16/2016 del Juzgado Mixto de Huautla de Jiménez se ha convertido en una factoría de impunidad. Expedientes reciclados, delitos inventados, testigos manipulados. Nada es casual: el sistema judicial ha sido capturado por los intereses extractivos. Ya no se trata de la corrupción de unos cuantos funcionarios; es el diseño completo de una estructura orientada a castigar la defensa de lo común.

La comunidad mazateca enfrenta un proceso que puede nombrarse sin temor: limpieza étnica jurídica. Más de una década, por los menos, de extracción de arena sin permiso, legitimadas por el silencio estatal, y más de diez años de persecución sistemática contra quienes han intentado frenarla. El plantón de 18 días de las mujeres mazatecas frente a los juzgados federales en Veracruz no fue es gesto simbólico. Es la denuncia viva del absurdo: indígenas mayores de 60 años implorando a una corte que no las trate como delincuentes.

El juicio de amparo 432/2025, lejos de ofrecerles protección, confirmó la podredumbre del sistema. La justicia en México no falla: actúa con precisión para proteger al agresor y castigar a quien se organiza. La observación que comienza este 20 de junio no llega tarde, llega en el umbral exacto: antes de que la maquinaria avance una fase más.

 La alquimia del poder judicial

Convertir la defensa del río en delito y la destrucción del territorio en derecho adquirido es el truco maestro del extractivismo legal. El cacique Manuel Zepeda se burlar de las denuncia en su contra. La violencia se administra con papeles. Las armas son los oficios de detención. La policía judicial, que se desplegó los días 13 y 15 de junio en Eloxochitlán, no buscaba justicia. Buscaba completar la cacería.

David Peralta Betanzos y su familia se han convertido en símbolos incómodos: registran lo que otros callan. Documentan lo que el Estado quiere borrar. Por eso son peligrosos. Porque en un país que castiga la palabra y la imagen, pues quien narra también se vuelve enemigo del sistema.

Observar es resistir

La misión del 20 de junio en Eloxochitlán no puede por si sola detener el despojo. Pero interrumpe su normalización. Frente al silencio cómplice de las élites progresistas del partido oficial y la indiferencia de los medios masivos, el acompañamiento representa una forma de defensa que, aunque sencilla, desestabiliza. ¿Qué puede una libreta frente a un expediente? ¿Qué hace una cámara frente a una fiscalía corrupta? Lo que puede: dejar constancia. Poner el cuerpo. Hacer visible lo que el sistema necesita ocultar.

La comunidad no necesita más estudios etnográficos ni discursos sobre diversidad. Necesita protección. Necesita retorno seguro para las y los desplazados. Necesita que se cancelen de inmediato todas las órdenes de aprehensión basadas en delitos fabricados. Y necesita algo más: que no sigamos mirando hacia otro lado.

¿Y ahora qué?

La misión de observación será testigo, pero también será provocación. Provocará al Estado a actuar con mayor sutileza o mayor brutalidad, pero ya no con impunidad absoluta. Provocará a la sociedad civil a dejar de esperar comunicados y tomar acciones. Provocará a cada persona observadora a preguntarse qué hará con lo que vea.

Eloxochitlán de Flores Magón, en este momento, no es solo una comunidad mazateca perseguida. Es la imagen de lo que se nos viene encima si permitimos que la justicia siga siendo un arma contra los pueblos.

El río Xanga Ndá Ge todavía corre, aunque mutilado. La comunidad aún resiste, aunque amenazada. La misión de observación, desde el 20 al 22 de junio, será el ojo incómodo que impida al Estado seguir matando en silencio. No salvará por sí sola, pero puede marcar la diferencia entre la barbarie total y la posibilidad de otra justicia.

No se trata de mirar para sentir empatía. Se trata de mirar para actuar. Porque observar, en estos tiempos, es comenzar a construir verdad.

Eloxochitlán: Primera Misión de Observación Contra la Violencia del Estado El Giro de la Rueda

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