Las voces de los pueblos originarios cargan verdades que la academia occidental ha marginado durante siglos. Hoy recuperamos una narrativa mixteca que cuestiona nuestras percepciones sobre la diferencia, la aceptación y el rechazo. “El Zopilote y la Garza” de Onofre Nicolás Sánchez no es solo un cuento: es un espejo que refleja las tensiones de una sociedad que aún lucha por reconocer la diversidad como fortaleza, no como obstáculo.

EL ZOPILOTE Y LA GARZA
Un día se encontraron el zopilote y la garza en la orilla del camino.
La garza era una señora de edad y no se había casado porque era muy selectiva, y no tenía mucho tiempo que perder. En cuanto vio al zopilote que traía su traje negro se le abalanzó y le dijo: “Oye zopilote, es uste’ un señor muy elegante y guapo, uste’ me gusta mucho y quisiera casarme con uste’.”
La Insistencia de la Garza
Pero la garza insistió comentando: “No importa que uste’ tenga esas costumbres, no importa que usted coma animales muertos, y no importa que sus plumas sean negras, es así como yo lo quiero a usted y quiero que se case conmigo.”
De mucha insistencia, el zopilote tuvo que acceder: “Está bien —dijo el zopilote—, está bien si es lo que uste’ quiere, pero ya te dije cuáles son mis costumbres y no creo que uste’ se quiera ir a vivir conmigo.”
“No importa”, dijo la garza, ya que no había más animales del campo que quisieran casarse con ella, porque tenía el cuello y las patas largas.
El Acuerdo
“Entonces, si está uste’ de acuerdo —le dijo el zopilote—, nos vemos el domingo en la mañana junto al arroyo Yuchanimañi que se encuentra por el sur del pueblo.”
La garza estaba muy contenta, y no cabía de alegría que voló por todos los ríos que habían por el bosque. Muy alegre se fue a preparar la boda, que sería la envidia de los animales del campo.
La Eterna Espera
Llegó el día acordado, y la garza esperó a la orilla del arroyo. Esperó por mucho tiempo, y no aparecía el zopilote. Pasó la mañana, los rayos del sol quemaban su plumaje de seda blanca, se ocultó el sol, y se puso a pescar, y luego cayó la noche. Pasaron los días y las noches y entonces se puso a llorar su desgracia.
El zopilote nunca llegó a su cita, porque no concebía la idea de casarse con la garza por las diferentes costumbres que tenían.
Es por eso que actualmente se le puede ver a la garza pasear junto a los arroyos, lagunas y mares, aún esperando que llegue el zopilote para casarse con ella.

Originario del municipio mixteco de San Agustín Chayuco, en la costa de Oaxaca.
Licenciado en Economía, Pasante de Derecho en la UNAM, y Maestro en Gestión Pública para la Buena Administración en la Escuela de Administración Pública de la Ciudad de México.

La garza que espera: alianzas imposibles, exclusión persistente
Onofre Nicolás Sánchez nos legó “El Zopilote y la Garza”, una narración que trasciende el simple relato animal para adentrarse en los territorios más complejos del alma colectiva.
La historia es aparentemente sencilla: una garza, urgida por la soledad y el paso del tiempo, se enamora del zopilote elegante de vestiduras negras. Él, conocedor de su naturaleza carroñera, advierte sobre sus costumbres poco refinadas, pero ella insiste. Acuerdan encontrarse un domingo junto al arroyo Yuchanimañi. El zopilote jamás aparece. La garza permanece ahí, transformando su espera en un ritual eterno de esperanza y dignidad.
Esta fábula contiene las claves de nuestro presente. ¿Cuántas veces hemos sido testigos de promesas que se desvanecen como la bruma matinal? ¿Cuántas citas fallidas con el progreso, con la justicia, con la palabra empeñada?
La garza encarna la persistencia de los pueblos que conservan la fe pese a las ausencias sistemáticas. Su caminar constante por arroyos y lagunas no es derrota, sino testimonio de una dignidad que se niega a claudicar. El zopilote representa la honestidad brutal de quien reconoce sus limitaciones pero carece del valor para trascenderlas.
Hoy, cuando observamos las garzas junto a esas aguas, vemos reflejada la historia de un territorio que sigue esperando, que mantiene viva la esperanza mientras construye, paso a paso, la posibilidad de encuentros más auténticos donde la honestidad y la esperanza puedan, finalmente, converger.
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