Presentamos los hallazgos del proyecto cartográfico “El Rostro Oculto del Ombligo de la Luna” y el podcast que documenta cómo la cartografía participativa se convierte en tecnología de resistencia contra la invisibilización sistemática. Juan Luis Toledo, de la cooperativa Cimarronez, desentraña una Contra-Ciudad donde las estadísticas oficiales no llegan, pero donde la vida comunitaria persiste a pesar del abandono institucional.
Nombrar es Resistir: Filosofía del Rostro-Corazón


Podcast: Voces desde la Resistencia Cartográfica
Entrevista con Juan Luis Toledo
Metodología participativa y saberes situados
El Rostro Oculto del Ombligo de la Luna – El Giro de la Rueda
Voz: Laura Quintero – Guion: Kino Balu
Por Kino Balu
“Encontramos que existe una Contra-Ciudad, donde se practican no sólo fiestas, no sólo rituales, sino también formas de articulación política comunitaria”, revela Juan Luis Toledo Sánchez al describir esa Ciudad de México que las estadísticas oficiales se empeñan en borrar. Mientras el gobierno organiza con bombos y platillos las conmemoraciones de los quinientos años de la ciudad colonial, y las instituciones reciclan discursos sobre los setecientos años de diversidad en Tenochtitlan, un millón de hablantes de lenguas originarias sostienen la vida desde los márgenes de una metrópoli que los niega con disciplina. Esa omisión no es inocente: forma parte de un dispositivo propagandístico orientado a construir legitimidad popular, al tiempo que silencia y margina a quienes encarnan la continuidad civilizatoria más profunda del continente. La contradicción está en el corazón mismo del proyecto de dominación.
Cartografía participativa como resistencia política
El mapa cartográfico “El Rostro Oculto del Ombligo de la Luna”, desarrollado por la cooperativa Cimarronez durante once años de trabajo participativo, no es simplemente un ejercicio de visualización geográfica. Es una tecnología de resistencia epistémica que desafía las cartografías del poder, esas representaciones espaciales que naturalizan la exclusión y legitiman la desposesión. “Una cosa es reproducir el mapa de la papelería o de la oficina de Estado o de la alcaldía, y otra cosa es producir mapas propios desde abajo con la participación de las propias comunidades”, explica Juan Luis, estableciendo una distinción metodológica que trasciende lo técnico para instalarse en lo político: quién mapea, cómo mapea y para qué mapea determina qué ciudad existe y cuál permanece oculta.
Lengua, pobreza y racismo
La investigación revela que el noventa por ciento de las lenguas indígenas del país se hablan en esta zona Contra-Metropolitana, lo que convierte a la Ciudad de México en el espacio lingüísticamente más diverso de América. Sin embargo, esta riqueza cultural convive con una brutalidad estadística que revela los engranajes del racismo estructural: el porcentaje de pobreza entre quienes hablan una lengua originaria casi duplica al de quienes no la hablan. La mayoría de estas personas vive en condiciones de pobreza, y el setenta y dos por ciento carece de acceso a servicios básicos de salud. La coincidencia entre el mapa de la pobreza y las zonas con mayor densidad de población indígena no responde a una casualidad demográfica, sino a políticas de segregación espacial que funcionan como dispositivos de control social.
La “izquierda” ha gobernado la Ciudad de México de manera ininterrumpida desde 1997, cuando se celebraron las primeras elecciones para Jefe de Gobierno. ¿Qué pretexto tienen hoy las y los herederos de este proyecto gobernante que se autodefine como “humanista”? ¿Cómo justifican la persistencia de un orden urbano que sigue expulsando, invisibilizando y empobreciendo a quienes representan la raíz más profunda de esta tierra?
Disputar el tiempo: la historia más antigua de la ciudad
La temporalidad constituye otro campo de batalla. Frente a las narrativas oficiales que reducen la historia urbana a quinientos años coloniales, el proyecto cartográfico documenta vestigios de más de treinta mil años de presencia humana y evidencia de centros urbanos con una antigüedad de hasta cuatro mil quinientos años. “Esta presencia urbana tiene por lo menos 2,000 años en esta zona de la cuenca, si no es que 3,200, si consideramos los primeros basamentos en Cuicuilco”, señala Juan Luis Toledo, confrontando la amnesia histórica institucionalizada. Esta disputa temporal no es una discusión académica: definir cuándo comienza la ciudad es definir quiénes son sus habitantes legítimos y quiénes, sus invasores tolerados.
Los datos no mienten, pero sí pueden ser silenciados. La presencia humana en esta cuenca —Zacatenco, El Arbolillo, Cuicuilco— ha sido reducida en los discursos a apenas quinientos años de historia. Como si la memoria pudiera borrarse por decreto. Como si las raíces pudieran arrancarse a fuerza de repetir una mentira.
Pero la historia habla desde las profundidades del subsuelo. Durante la construcción de la Línea 3 del Metro, se halló en Balderas el cráneo de un hombre que vivió hace más de 10,500 años. Este hallazgo, conocido como el “Hombre de Balderas”, es uno de los vestigios más antiguos de la Cuenca de México.
Más atrás aún, en Tlapacoya, Chalco, la evidencia arqueológica revela la presencia humana de hace más de 25,000 años, abriendo un debate crucial sobre los orígenes de la población en América. De ese mismo sitio proviene la “figurilla de Zohapilco”, la pieza de barro más antigua de Mesoamérica, con una antigüedad de 4,300 años. Los basamentos piramidales del lugar nos conectan con el periodo Preclásico y con la influencia olmeca.
La historia de esta cuenca no es un simple relato de cinco siglos. Es un vasto territorio con al menos 30,000 años de ocupación humana, un legado profundo que aún espera ser reconocido en toda su magnitud
La ciudad como campo de batalla
La presencia de “cerca de 93 conflictos por el territorio, ya sea tierras, aguas, bosques, a lo largo y ancho de la Cuenca” evidencia que la ciudad no es el espacio pacificado que presenta la retórica oficial, sino un campo de batalla permanente por el derecho al espacio urbano. Estos conflictos no son periféricos a la dinámica metropolitana, sino constitutivos de su funcionamiento: la acumulación de capital requiere la expulsión sistemática de poblaciones que ocupan territorios estratégicos o que representan formas alternativas de organización social.
La dimensión militar del control urbano aparece cartografiada con precisión inquietante: la concentración de la mitad de la fuerza policial del país en la zona metropolitana revela la naturaleza represiva del proyecto de ciudad neoliberal. Esta militarización no protege a la población, sino que garantiza las condiciones para la explotación y el despojo. “Un dispositivo de control social, utilizado para proteger intereses económicos y propiedades, y contener las movilizaciones relacionadas con conflictos de tierras y agua”, describe Toledo la función real de este aparato represivo.
Nombrar es resistir: contra la geografía colonial
El título del proyecto cartográfico condensa una propuesta decolonial radical. “El Rostro Oculto del Ombligo de la Luna” recupera uno de los cincuenta y nueve nombres originarios de la ciudad, confrontando la imposición colonial del nombre español. “Visibilizar a la población indígena que ha sido históricamente negada y subordinada, a pesar de su contribución esencial a la ciudad y el país”, explica Juan Luis Toledo el propósito del título, estableciendo una relación dialéctica entre ocultamiento y revelación que opera como metáfora de la lucha hegemónica.
La filosofía del “Rostro-Corazón” que inspira el proyecto propone una forma integral de conocer que trasciende la separación occidental entre conocimiento racional y experiencia emocional. “Si tú ves la propia cartografía, asemeja a un corazón esta zona”, señala el investigador, sugiriendo que la forma del territorio no es accidental sino expresión de una cosmología que entiende el espacio como organismo vivo. Esta perspectiva desafía la concepción capitalista del territorio como recurso explotable, proponiendo una relación de reciprocidad y cuidado.
La investigación documenta también la persistencia del Feudo Legal colonial en formas contemporáneas de segregación urbana. “Los pueblos originarios tenían que vivir fuera de ese fundo legal, fuera de esa ciudad central colonial”, explica Toledo, mostrando cómo las políticas actuales de gentrificación y renovación urbana reproducen mecanismos coloniales de exclusión espacial. El perímetro A y B del Centro Histórico opera como versión contemporánea de aquella geografía de la exclusión, expulsando a poblaciones originarias hacia periferias cada vez más lejanas y precarias.
La dimensión pedagógica del proyecto cartográfico trasciende la divulgación científica para constituirse en herramienta de concientización política. “Sabíamos que éramos muchos, pero no sabíamos cuántos”, reportan las comunidades al conocer el mapa, revelando cómo la invisibilización estadística forma parte del arsenal de dominación. La cuantificación participativa opera como tecnología de empoderamento que permite a las comunidades dimensionar su fuerza social y política.
Finamente, la cartografía participativa desarrollada por Juan Luis y Cimarronez representa más que un ejercicio de investigación social: constituye una tecnología de resistencia que disputa la hegemonía sobre la representación del espacio urbano. Su metodología “desde abajo” desafía el monopolio institucional sobre la producción de conocimiento geográfico, demostrando la capacidad de las comunidades organizadas para generar saberes situados que confronten las narrativas oficiales.
Por una ciudad pluricultural y anticapitalista
La transformación radical de la Ciudad de México exige el reconocimiento pleno de su carácter plurinacional y la adopción de políticas que garanticen el derecho al territorio de los pueblos originarios. Esto implica derogar los marcos jurídicos que privilegian la propiedad privada sobre los derechos colectivos, democratizar los recursos urbanos y establecer mecanismos de decisión directa sobre las inversiones públicas. No a través de gestores públicos o privados, ni de operadores partidistas, sino desde la voz organizada de las propias comunidades, sin intermediarios que administren lo que no les pertenece.
La experiencia de Cimarronez evidencia la necesidad de desarrollar redes de cooperativas de investigación que funcionen y operen de manera autónoma respecto al Estado y las instituciones académicas hegemónicas. Estas organizaciones pueden producir conocimientos Contra-Hegemónicos que alimenten las luchas sociales y contribuyan a la construcción de alternativas civilizatorias.
La ciudad diversa, plural y cosmopolita que revela el mapa participativo no es una utopía, sino una realidad presente que requiere ser reconocida y potenciada. Su consolidación exige la articulación de movimientos urbanos que disputen el derecho a la ciudad desde perspectivas decoloniales, feministas y anticapitalistas, construyendo una agenda política que haga visible el rostro oculto del ombligo de la luna.
El rostro oculto está saliendo a la luz. Y ya no hay vuelta atrás.
Para mayo información sobre este proyecto visita:
– https://geoportalpueblosterritorios.org/mapas/
– En Facebook: Cooperativa Autónoma Cimarronez
– En WhatsApp: 55 62 27 45 11
Palabra, chocolate, rebelión – 1ª parte – El Giro de la Rueda


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